En una ciudad pequeña, un agente de tráfico detuvo a un joven conductor que iba a gran velocidad por la calle principal. El joven empezó a protestar:
Señor agente, déjeme que le explique.
¡Silencio! Lo retendré hasta que regrese mi jefe.
El muchacho insistía:
Pero señor oficial, escúcheme, tengo prisa.
El agente replicó:
¡Cállese! ¡Ahora mismo, a la cárcel!
varias horas después, el guardia fue a ver al detenido y le dijo:
Ha tenido usted suerte, el jefe asiste a la boda de su hija, cuando regrese estará de buen humor y seguro que le perdona.
No esté tan seguro, replicó el joven, ¡Yo soy el novio!